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¿BOLA DE CRISTAL?

Cuando uno lleva miles de partidos de baloncesto vistos se pregunta si tiene ya galones para contestar preguntas a las que nadie tiene respuesta. Una de las clásicas, y recurrente, es cómo establecer la probabilidad de ganar un partido a partir de ciertas variables, y que comento en detalle en mi libro “Formación”. Dean Oliver ya lo intentó en su momento, y estableció unos primeros parámetros que nos han servido a los que hemos venido detrás de él.

Personalmente, yo he ido preguntándome a lo largo de los años otra pregunta, y que básicamente consiste en establecer cuáles son los parámetros que rigen que un jugador de formación acabe siendo profesional del baloncesto. Seguro que los que llevamos años en esto hemos conocido a muchos jugadores que prometían un futuro brillante, pero que luego han pasado con más pena que gloria por categorias semi-profesionales. En cambio, también conocemos algunos que en etapa formativa no despuntaban, pero que luego han pegado el salto al profesionalismo. Entonces, ¿podemos establecer en qué parámetros fijarnos para prever una futura evolución? Si esto fuera así, tendríamos una especie de bola de cristal, que nos permitiría apostar por jugadores cuando el resto de equipo no ven potencial en ellos. En el fondo, y como comento en más de un foro a los que suelo asistir, no deja de ser lo que hace Monchi con su Sevilla en el mundo del fútbol.

Os dejo un artículo que se presentó en el MIT Sloan Conference del año pasado muy interesante. Analizaron millones de datos de jugadores NCAA para luego verificar cuántos daban el salto a profesionales y cuáles eran sus características. La metodología es la de siempre: clustering más grupos de control. Y al final consiguieron establecer una serie de métricas (unas 10) que, con un peso correspondiente, podían establecer con un margen de error bajo, la probabilidad de que el jugador acabara en la NBA.

Las variables, en general, no me sorprendieron ya que eran los valores ofensivos y defensivos que utilizamos en muchas ocasiones para analizar partidos. Una variable, eso sí, me pareció muy interesante: la altura del jugador. Es curioso que la altura del jugador implique más o menos probabilidad de llegar a ser profesional, pero mi intuición previa me decía que el aspecto principal que hace que un jugador prometedor con 14 años y otro que no lo es pero que lo acaba siendo es que el segundo sufre un desarrollo físico en su adolescencia que le permite luego ser superior en el juego global al que prometía más, pero con un físico más ajustado. En esta línea, me llegan comentarios críticos desde Argentina pues su selección U-18 tiene a todos sus jugadores por encima de 1,90.

Y es que nuestro deporte es maravilloso. Pero en este sentido, injusto.

Espero os guste.

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